Solemnidad de Corpus Christi.
La secuencia Lauda Sion, poesía admirable en que Santo
Tomás de Aquino sintetizó toda la teología y toda la mística de la Eucaristía, se debe cantar durante la Solemnidad de Corpus Christi, luego del Aleluya e
inmediatamente antes de la lectura (o canto) del Santo Evangelio.
Papa Benedicto XVII
VATICANO, 07 Jun. 12 / . Al celebrar esta tarde (hora local)
la Santa Misa y la procesión eucarística por la Solemnidad del Corpus Christi,
el Papa Benedicto XVI dijo que la Eucaristía, el Sacramento del amor de Cristo,
debe impregnar toda la vida cotidiana.
A las 7:00 p.m. hora local, el Santo Padre celebró la Santa
Misa en la Basílica de San Juan de Letrán, y posteriormente dirigió la
tradicional procesión junto a miles de fieles, hasta la Basílica de Santa María
la Mayor.
En su homilía, Benedicto XVI reflexionó sobre dos aspectos
del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad.
El Papa explicó que es un error "contraponer la
celebración y la adoración, como si estuvieran en competencia la una contra la
otra. Es precisamente, todo lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento
constituye el ‘ambiente’ espiritual en el cual la comunidad puede celebrar bien
y en verdad la Eucaristía".
"Sólo si está precedida, acompañada y seguida por esta
conducta interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su
pleno significado y valor", añadió.
"El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza
verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el
Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa y, luego, una vez
que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia
discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, y sigue recogiendo
nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre".
El Papa dijo luego que es importante en la sociedad mantener
"lo sagrado (porque) tiene una función educativa, y su desaparición,
inevitablemente empobrecería la cultura, especialmente en la formación de las
nuevas generaciones".
"Si por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y sin
más necesidad de signos sagrados, se aboliese esta procesión ciudadana del
Corpus Domini, el perfil espiritual de Roma resultaría ‘aplastado’, y nuestra
consciencia personal y comunitaria quedaría debilitada".
"Pensemos en una madre y un padre, que en nombre de una
fe secularizada, privasen a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad
terminarían por dejar campo libre a muchos sustitutos pertenecientes a la
sociedad del consumismo, y a otros signos que más fácilmente podrían
convertirse en ídolos", explicó.
En este sentido, recordó que Dios mandó a su Hijo al mundo
"no para abolir, sino para dar cumplimiento a lo sagrado. Y en el culmen
de esta misión, en la Última Cena, Jesús instituyó el Sacramento de su Cuerpo y
de su Sangre, el memorial de su Sacrificio pascual".
"De este modo, se puso a sí mismo en el lugar de los
antiguos sacrificios, pero lo hizo dentro de un rito que encomendó a los
Apóstoles perpetuar, el signo supremo del verdadero Sagrado, que es Él
mismo".
Benedicto XVI recordó luego que la Eucaristía, "el
Sacramento de la Caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana".
"En efecto, concentrando toda la relación con
Jesús-Eucaristía en el único momento de la Santa Misa, nos ponemos en el riesgo
de vaciarnos de su presencia el resto del tiempo y el espacio existencial. Y
así, se percibe menos el sentido de la presencia de Jesús en medio de nosotros
y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como
‘Corazón latente’ de la ciudad, del país, del territorio en sus diversas
expresiones y actividades", dijo.
Al recordar algunas vigilias eucarísticas de preparación a
la Santa Misa junto a los jóvenes, el Papa recordó con alegría la de Colonia en
2005, Londres, Zagreb, o Madrid en 2011, e indicó que también son una excelente
forma de preparar el corazón para el encuentro y hacerlo todavía más
fructífero.
"Estar en silencio por un tiempo ante al Señor presente
en el Santísimo Sacramento, es una de las experiencias más auténticas de
nuestro ser Iglesia, que acompaña complementariamente la celebración
Eucarística, escuchando la Palabra de Dios, cantando, y sentándose juntos en la
mesa del Pan de vida".
De este modo, continuó, "el verdadero amor, y la
verdadera amistad viven siempre de esta mirada recíproca, de silencios intensos,
elocuentes, plenos de respeto y de veneración, para que el encuentro sea vivido
profundamente, de modo personal y no superficial".
"Si por desgracia –lamentó–, faltara esta dimensión,
también la misma Comunión sacramental se puede convertir por nuestra parte en
un gesto superficial. En cambio, en la verdadera Comunión, preparada por el
diálogo de la oración y de la vida, podemos decir al Señor palabras de
confianza".
El Santo Padre indicó que el culto de la Eucaristía y su
sacralidad son necesarios tomarlos más en consideración para "preservarlos
de visiones no completas del mismo Misterio".
La adoración al Santísimo Sacramento es una celebración
"en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne a la doble mesa de la
Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a sí mismo en la ofrenda del
Sacrificio".
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